martes, 15 de septiembre de 2009

Hoy, en tu cuaderno.

Para ti, siempre aquí.

Hoy amaneció nublado. Allá en el cielo, también. La flora a mi alrededor, cubierta por un casi imperceptible manto de nostalgia, se agita fantasmalmente al son de una brisa juguetona, risueña, anunciando el final y a la vez, el principio del viaje que nos transportará otra vez a aquella oscura tarde de una Navidad pasada, la que nunca volverá.

Mis movimientos son lentos, pausados, me resisto a creer que haya terminado, así sin más, tan repentino, tan doloroso, tan indiferente. Ya volverá. O tal vez nunca más lo haga, al igual que tú, que tu risa fuerte y gruesa, sincera; que tus ojos claros y puros del color del Mediterráneo, y exactamente igual que el dulce aroma a café que siempre te acompañaba. Tal vez ya nunca más nada vuelva. Una gota cae sobre mi cabeza, pero a penas la noto, las puertas de acero que protegen mi corazón se han derrumbado, y un torrente de recuerdos -risas, abrazos, palabras, lágrimas, dolor, dolor, amor- ha inundado mi mente, mi alma y mi ser. Pero sigo andando, pausada, silenciosa, una sonrisa en mi rostro. ¿Qué es esto? preguntó. Una caja de madera vieja, bastante sucia, reposa misteriosa en el banco de piedra. Me llama, lo sé. Pronuncia mi nombre en un susurro desesperado, incitante, invisible. Poco a poco, sin prisa, la abro. Un pañuelo y una libreta. ¿Qué hay escrito? La curiosidad me corroe, los recuerdos desterrados temporalmente, gracias a un excelente sistema de autodefensa, perfeccionado a lo largo de los meses. "Sacude la cabeza, no pienses, sonríe".

Abro el cuaderno, y entonces, mi mundo entra en caos. El tiempo se detiene, la lluvia queda suspendida en el aire, mi respiración se paraliza. Y una milésima de segundo después, todo vuelve a su lugar, el agua sigue repiqueteando contra el tejado, la brisa sigue bailando su danza burlona y mis pulmones continúan su misión. Pero mis ojos no se apartan de esa parte de ti que ahora sostengo entre mis manos, y poco después las letras empiezan a emborronarse, la tinta a correrse. No he llegado a leer ni un párrafo. Tus recuerdos plasmados en prosa se convierten en míos, y me transporto a esos tiempos en los que aún reías, llorabas, gritabas y estabas. No oigo nada. Sólo esas palabras martillean en mi mente una vez, y otra y otra...hasta que empiezo a dudar de si realmente son tus historias o las mías. O si son de los dos.

Hoy atardeció lloviendo. Allá en el cielo, también.




Gracias por los comentarios, me inspiran, de verdad.

6 comentarios:

  1. Sintiendolo así... sólo son historias de dos. Duelen porque eran queridas...

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  2. Muy sentido pero hermoso tu escrito.. es un gusto leerte.. se siente..

    Un abrazo
    Saludos fraternos

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  3. Qué precioso, me encantó.
    Y si es así, hay alguien allí en el cielo que seguro se van a encontrar.
    Besitos.

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  4. Esos tristes días que nublan el cielo y el alma. Esos languidos días, tan necesarios a veces para que la musa fluya...

    Esos días que hacemos eternos, a pesar de saber que sólo es necesario abrir la ventana para que entre el sol.

    Bello. Besos, Aeren.

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  5. Hermoso escrito, q cautiva de principio a fin.Me encantó.

    Besos

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  6. No plou. Ni encara que ploguera la pluja podria mullar-me. Estic a casa, davant de l'ordinador... i plore. Plore eixa absència i tantes altres! Jo em sent pluja, pluja per tots aquells que un dia foren i ara són en el record... Record fet paraula. Com ens bressolen les paraules quan s'acompassen amb els sentiments!

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