La música avanza suave, deteniéndose en cada rincón, en cada mota
de polvo, en cada puerta entreabierta. Invadiendo los silencios egoístamente,
sin preguntar si es bienvenida. Los do re mis del piano, los agudos de las
flautas y los delicados acordes de los violines se entrelazan, bailan con su
sueño y le acarician los cabellos dulcemente. Se introducen en su fantasía y la
llenan de color, de primavera, de aromas frutales y de risas en clave de
sol.
Poco a poco va despertando, tentada por esa melodía ya de sobras
conocida. Se levanta con parsimonia y, sin mucho cuidado, se calza las
alpargatas viejas a las que tanto cariño tiene. Medio dormida, la realidad y la
fantasía juguetean con ella, la adormecen, la despiertan, le cuentan historias
y le tiran de las orejas. Sus pasos la guían instintivamente hacia el origen de
todo, y sonríe, aún medio dormida. La luz del Sol la saluda divertida a través
de las ventanas, y una brisa fresca se cuela por el balcón ligeramente abierto,
trayendo consigo el canturreo feliz y alegre que desea escuchar cada mañana. Se
detiene un instante y cierra los ojos, dejándose envolver por ese instante
mágico y feliz. No hay preocupaciones, no hay remordimientos. Sólo paz, música
y paz.
Y entonces el canturreo se detiene, pero la música y la brisa
siguen sonando. Abre los ojos, demasiado relajada como para preocuparse de
verdad, y la sonrisa más bella que jamás le dedicarán aparece ante sus ojos.
“¿Cómo has dormido, cariño?” Sonríe con ella. “Bien, muy
bien”. Y la abraza con fuerza. Y no lo dice, pero la sigue abrazando, le toma la mano, ríe con ella y
le propone desayunar juntas esas pastas tan ricas que compraron ayer. No lo
dice, pero sabe que sus sonrisas son el reflejo de la otra, que sus abrazos son
el gemelo del otro, que mientras ella esté ahí, siempre quedará la magia de la
música. No lo dice, pero lo piensa, lo muestra, la ama.
No lo dice, mamá, pero gracias.
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Un pequeñísimo homenaje a todas esas madres a las que tanto queremos y tan pocas veces agradecemos que estén siempre ahí.
¡Muchas gracias por las visitas y los comentarios!
Espero que este relato os haya gustado también ;)
¡Nos vemos pronto!
¡Esas madres! Que son unicas para ponernos de los nervios... ¿Pero que haríamos sin ellas?
ResponderEliminar¡Precioso! ♥
Ne, es precioso. Has vuelto pero seguro este texto me ha encantado de principio a fin, muy conmovedor, los gestos, lo anecdótico de las acciones, la forma de narrar la luz del sueño-se puede decir que has despertado ya y con todas tus facultades lingüísticas a mil por mil por que, este fragmento tiene tu ideolecto más puro y toda tu identidad. Genial. Bravísimo.
ResponderEliminarSiento no ser la primera en comentar (otra vez)
En los tiempos que corren , es grato encontrar personas que valoran a sus seres queridos. Es fácil caer en la trampa de olvidarse de la valía que para todos representa el tenerlos a nuestro alrededor. Ser consciente de ello, observar y disfrutar de esos momentos que por repetitivos no dejan de ser menos mágicos, es signo de madurez. Enhorabuena, ya que te asegura un gran disfrute de la vida, pues no hay grandes ni pequeñas cosas sino momentos únicos e irrepetibles que tu con tu sensibilidad captas impregnándote de toda su magia.
ResponderEliminarEts culpable! No puc deixar de llegir els teus textos. Me n'he assabentat hui i hui t'he buscat en eixe món virtual que la tecnologia ha creat. Els teus escrits, però, no tenen res de virtual. Les teues paraules van directes a la diana, al cor! Ens somouen i ens recorden les coses importants. Gràcies per reconfortar-nos els esperits!
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